SER
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La impresión conducía a la entrega
de lo prístino. Yo no conocía ese desarmado. Creí
que el fin era una débil especulación de la profecía,
todos los restos óseos y hasta las cenizas habían
dejado de poseerme. Principalmente descreía en un milagro
para mí. Una paradoja tenebrosa ser salvada tantas veces.
Por eso andaba por ahí desatándome, deshilachaba
cada principio de sensación y la mantenía todo
el viaje congelada para después mostrar cómo era
esa estalagmita. Y cómo todas las aguas corrían
dentro mío: habitándome.
Vuelve a la senda regresa a la vida, esa insistencia. Soportar
es tu mejor hábito, la erosión viene a construirte.
Cómo me gusta espiar. No se puede, hay que arriesgarse.
Pero yo podía adivinar: si vos dibujabas en el pizarrón
de tu mente un número de hasta dos dígitos yo
lo descubría, y eso que odiaba en profundidad la matemática.
Cuando imaginé que todo estaba cubierto y relleno de
números, pensé cómo sería ser científico
y no ver árboles sino cifras. Ese día supe que
yo sentía el mundo en palabras, que un árbol un
río una soga también hablaban. Que las paredes
no sólo oían. Tuve que abandonar mi caverna de
ajedrez. Y empecé a cocinar. Era más fructífero
y no me daba dolor de cabeza pelar cortar oler hornear.
Todo lo que sintiera sobreviviría. Así amo. |
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