Días atrás,
en Orusco de Tajuña (Madrid).
Es domingo, cerca de las 12, la iglesia se prepara para celebrar
una misa especial, son las fiestas del pueblo.Los habitantes
se engalanan, como las calles, y los monumentos.
Rosa se levantó temprano, no quería desaprovechar
el día, después de lavarse, y tomar un desayuno
breve, se fue a la plaza donde se había citado con
Mario.
Llegó temprano, poco antes de la hora acordada, Mario
en cambio llegó más tarde, no importó
el aire de la mañana era ensoñador. |
— Rosa,
buenos días, perdona el retraso.
— Mario, eres tan impuntual.
— Vamos a dar un paseo, es pronto para ir a misa.
— Muy bien, respondió Mario.
Fueron paseando hasta la alameda, Mario se adelantó
para buscar unas bebidas y Rosa, mientras esperaba encontro
enterrada una astilla, Rosa la guardó sin decirle nada
a Mario, pensaba que si compartía ese tesoro lo perderia
y correria peligro, era un juego.
— Perdona había bastante gente en el bar . Explicó
Mario.
— No importa, el aire me hace bien a la cara Contestó
sonriente Rosa.
Cuando terminaron de beber los refrescos, Mario cogió
del brazo a Rosa, con cuidado, acariciando su mano, y fueron
a la iglesia.
A la mañana siguiente, Rosa fue a ver a Guilian, se
levantó pronto, atravesó la calle pensando que
si era casualidad o alguien la escondió pensando en
volver por ella. Era muy raro, lo que si tenía claro
es que no iba a compartir su tesoro con nadie, excepto con
Guilian, un viejo anticuario que se fue de Madrid al acabar
la guerra civil, para vivir más tranquilamente en Orusco.
Rosa estaba ansiosa por llegar a la tienda, corrio por la
calle tropezándose con la gente, y al llegar fatigada,
se sentó sin siquiera saludar.
— Pequeña que te pasa?
— Hola Guilian, buenos días.
— Rosa Por qué corres?estás acalorada
¿Pasa algo en casa?
— Cierra la puerta, es algo importante, es mejor que
nadie nos oiga.
— Que imaginativa eres Haber que me tienes que contar?
— Es una astilla.
— Ah, ya veo, es un juego.
— La encontré ayer en la alameda, estaba enterrada.
— Sería de un animal, estaría jugando
con ella, se cansó y la enterró.
— Quiero que la analices.
Guilian se rió de la idea, pero no quería desairar
a Rosa Conocía a su familia desde hace muchos años,
cuando Rosa nació ya estaba asentado en Orusco.
— Está bien, la analizaré, pero hoy no
puedo, cuando sepa algo te llamaré
— No, prefiero pasarme a verte cuando me digas.
— Está bien, vuelve a final de semana.
Los días no avanzaban, las horas parecían muertas,
Rosa ansiaba ese viernes... Y el viernes llegó.
Al llegar a la tienda, Guilian tenía en la mano la
astilla, estaba serio, Rosa no le saludó tenía
la vista fijada en el pedazo de madera.
— Es un trozo de la Cruz de Cristo.
— Cómo? Dijo Rosa.
— Lo que me has oído.
— Me gastas una broma?
— Me temo que no.
— Cómo lo has averiguado?
— Haciendole pruebas Al principio pensé A cada
momento me pareció que seguirte el juego era volver
a la infancia, y me puse a analizarla.
Ambos no creían lo que estaban viendo, cómo
podía haber llegado hasta alli un pedazo de la Cruz
de Cristo.
— Yo, la vendería en el mercado negro sacarías
mucho dinero por ella, te daría un certificado para
demostrar su autenticidad.
— No sé, me da miedo.
— Qué vas a hacer con ella?, preguntó
Guilian.
— No lo se Venderla y hacerme rica.
Enseguida se corrió la voz en el pueblo que una vecina
tenía en su casa parte de la Cruz de Cristo y a los
pocos días Rosa recibió un anónimo que
decía:
"¡DEJA
LAS COSAS COMO ESTÁN!
DEJA ENTERRADO EL OLVIDO"
Rosa estaba atemorizada, iba a la tienda de antiguedades,
pensó que Guilian había traicionado su amistad,
le llamó para que supiera lo del anónimo.
De repente se oyó un zumbido que recorrió toda
la casa, fué una explosión que destruyó
la cocina, entonces se dieron cuenta que los que amenazan,
cumplen lo que dicen. Rosa y Guilian salieron corriendo con
la astilla entre sus manos, ahora no les cabían la
duda que era muy valiosa, tanto que podrián pagar con
su vida poseer aquel objeto.
Mario era amigo de Rosa, y luego lo fue de Guilian. Nunca
se reprochaban nada, valía mas la amistad entre ellos
Rosa le contó a su amigo lo que había pasado,
estaba asustada, no sabía qué hacer, estaba
siendo amenzada Sabía que no fue enterrada por casualidad,
alguien huía y allí quedó a la espera
de ser recogida. La nota amenzanante era sin duda, del dueño
de la astilla.
Mario le dió cobijo esa noche, Rosa no podía
volver a casa en un tiempo estaba siendo perseguida y necesitaba
esconderse.
— A Guilian le han destrozado la cocina.
— Donde va a dormir?
— En casa de su madre, está mayor pero no tiene
otro sitio.
— Rosa, teneis que dejar el tema de la astilla, no vais
a tener tanta suerte la próxima vez, quizás
esta vez, no han querido mataros para advertiros que van en
serio, pero si vuelve, os matarán.
— Mira, alguien la robó lo que no sabemos es
ni quièn, ni cómo ha llegado a este pueblo ¿de
dónde salió?¿De el Vaticano? Alguien
descubrió que robándola, se haría rico
y no se lo pensó.
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