EN
LA OSCURIDAD DEL CUARTO MUNDO |
Sergio
cruzó rápidamente el cruce delante de los edificios
majestuosos. De repente en la calle vacía se produjo
un siseo espeluznante que emergía de las profundidades.
Era un sonido como de la Gorgona antes de la batalla con Hércules.
Lo había oído solamente en una película.
Ahora, en la realidad, era macabro y aterrador. Una extraña
aparición de forma elástica saltó sobre
una cola, del tamaño de un pie, como si hubiese sido
diseñado en un gran arco. Cuando no saltaba ni caminaba,
se arrastraba como una Gorgona, produciendo sonidos extraños
que penetraban en las entrañas del cuerpo, entonces
empezó a sentir unos escalofríos que le recorrían
la médula espinal, Amet. Al estar fuera de la vista,
sin embargo, era lo más fiel posible, sobre todo era
verdadero.
Generalmente el camino a la escuela era particularmente agradable
para Sergio. Pasó frente a los imponentes edificios
del Gobierno, los restaurantes, restaurantes de comida rápida
y oficinas de cristaleras de lujo y elegantes bancos y compañías
consideradas de éxito, a quien siempre guardaban grupos
pequeños de hombres vestidos con trajes elegantes,
que tenían en sus manos una taza de café humeante,
con el aroma que emanaba delicado y atractivo y el cigarrillo
en la mano, bebiendo de vez en cuando el café con avidez.
Sergio escuchaba a través de los auriculares la música
rítmica y tenía la sensación de que coincidía
perfectamente con el paisaje urbano. Se ajustaba perfectamente
a la imagen, En unos minutos llegó a una zona de escombros.
Las casas que tenían un carácter privilegiado,
dejaron intencionadamente de estar colapsados y a continuación,
se había procedido a la construcción de centros
comerciales y otros edificios modernos.
Sergio, de forma súbita se dio cuenta entre los restos
de las casas, era como pasar a otro mundo y parecía
real. Entre las paredes y escombros dispersos, había
una modesta casa, con un piso recién pintado y con
cristaleras, sin saberlo fue advertido. En la fachada había
una pancarta en la que estaba escrito en letras mayúsculas
“Colegio TEÓRICO BUOSQUETAR
David Copperfield”. Para aquellos que lo conocieron
lo consideraban una escuela de buena reputación.
Esto era debido, en particular para el grupo étnico,
representado por la gente trabajadora, honesta, inteligente,
pero que paradójicamente no había ningún
representante, ni maestro o estudiante.
Sergio entro en el patio y observo intranquilo, un cuadro
que estaba dispuesto desordenadamente y ruidoso, el patio
era pequeño como el de una casa normal. Anteriormente
el edificio tenía un hospital para enfermos mentales.
Cinco guardias y personal de seguridad lo protegían
celosamente. Había más de cincuenta alumnos,
sin embargo los acompañaban varias personas, la mayor
parte del lado más oscuro. |
Delante, subiendo los
escalones se encontraba un hombrede unos treinta y cinco años
de edad, sucio, obeso, con el cabello negro como de cuervo,
hecho que aumentaba por la gomina. Llevaba pantalones negros,
brillantes, arrugados, como mujeres ruidosas, histéricas,
delgadas agitando las manos, que se enroscaban de forma femenina
en las caderas ondulantes, con cúmulos de grasa, que
estaban luchando de forma lúgubre con movimientos bruscos
en sus manos que llevaban varias cadenas de pequeñas
bolas de plástico de todos los colores. Una larga bufanda,
que le envolvía dos veces alrededor del cuello sin apretar.
La primera vuelta colgaba en el pecho, el cuello y la segunda
vuelta estaba en manos del hombre que lo agitaba con la mano,
en ocasiones en la barbilla otras veces en la boca.
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Era Rampolis Zorzon,
el subdirector del colegio. El venía de Corturari, su
lugar de nacimiento, estaba todo sudado, los flujos de sudor
fluían en oleadas en su piel. Cerca de él, una
mujer más oscura, con la cara llena de agujeros, aunque
comida por las marcas, con el pelo lacio largo y teñido
de rubio platino, vestida con una falda corta y una chaqueta
de cuero negro, era la señora Zafira Semilla, directora
del colegio.
Sergio los observó sorprendido, atraído por la
novedad y le atrajo el miedo cuando sus ojos alcanzaron involuntariamente
bajo la cintura del hombre. El hombre llevaba la ropa ajustada
de una forma que daba vergüenza, pero no era de extrañar
por los chicos, que parecía lo que hacia Rampolis. De
todos ellos, lo que hacía el director era maravilloso
y debía ser así. Solo el colegio era para huérfanos
–estudiantes y profesores- era su modelo. Habitualmente
llevaba pantalones de chándal que moldeaban su cuerpo,
pero ahora llevaba un traje festivo.
Rampolis era profesor de idiomas, el no se había matado
con la enseñanza ni siquiera en la escuela cuando era
estudiante. El libro era un extraño para él. Pero
en Corturari era lo normal, así eran casi todos sus compañeros
de su banda CioflingaroLica, con el dinero de la venta de drogas
y la prostitución obtuvo la licenciatura fácilmente.
Y una licencia comprada del extranjero, en una Universidad privada,
se obtenía de una forma más rápida y más
fácil que en el país. Una compra en la Universidad
“Aristotontis”,
en un viaje breve en el extranjero. Con dicho título
fue titular de tendencias inmediatamente sin competencia. Cuando
vieron el nombre de la prestigiosa Universidad, por supuesto
cerca de la maleta llena de euros de Rampolis, nadie pudo resistirse
a una oferta tan atractiva.
Rampolis junto a Zafira, tenía la idea de hacer un colegio
buosqueta, porque no había ninguno en términos
de etnia, de este tipo en el país, fue muy ventajoso
crear la escuela en ese momento, pero ellos no sabían
ni tenían el mínimo conocimiento del idioma. Rampolis
era graduado en filosofía del lenguaje psico-papuraso.
No conocía en absolute dicho lenguaje, pero tenía
un magnífico diploma de “Aristotontis” y
nadie podía decir nada, él podía enseñar
cualquier materia. Si alguien estaba en su contra, Rampolis
lo habría amenazado.
-¿Qué yo he pagado euros por el puesto? –dijo
Rampolis.
Al entrar en el edificio de una escuela secundaria, había
un grupo de chicas gritando a coro, como locas.
-¡Murió Fernandooo! – se quejaban de dolor.
-¿Quién es Fernando? –preguntó con
curiosidad Sergio.
- El compañero de nuestra clase, lo apuñalaron
en el parque.
”Fernandoooo” –siguió
llorando una de las adolescentes delgada con el pelo largo y
lacio, teñido de rubio platino, apoyando su cabeza en
el hombro de una chica obesa, con la piel oscura, el pelo oscuro,
largo, azul y negro con un vestido negro oscuro.
Rampolis entró en la papelería, desde el patio,
en coro, lloraban una canción de rumanos gitanos que
se escuchaban unos cuantos estudiantes.
-“Vivimos
la vida como huérfanos/Nos comen las ratas…”
Y entonces los chicos continuaban, golpeando las palmas de las
manos como si tuvieran panderetas:
-“Si te
casas conmigo /Te llevo en mi gueto/ Dos meses/ parecen/ Ay
de la cabeza”.
- Escucha señor, dicen que no conozco el idioma papuraso.
Y Rampolis durante varios minutos, estableció un grupo
de palabras de su órgano favorito, que recordó
en sus discursos, incluso inventaba sus propias palabras, de
la misma familia, utilizando diversas terminaciones en palabras
que nadie había escuchado.
Sergio quedó paralizado, nunca había oído
a nadie hablar, ni en el lugar más sórdido, nunca
había visto a ninguna persona peor que lo que había
oído en su vida.
-Cierra la boca y escucha a los otros –dijo una joven
enorme, pesaba más de ciento cincuenta kilogramos, la
piel negruzca, con el pelo negro, intenso y brillante grueso
y largo hacía señas con los ojos a Sergio.
-Entonces, ¿Qué? –dijo Rampolis nervioso-
¡Escuchadme! Yo he desarrollado mi vida escolar en Corturari,
yo he crecido en las calles, he ganado, me asaltaron y fui el
mejor de mi edad, aprendí y creo que soy inteligente.
Si vosotros sois de un clan de gitanos, podéis hacer
cualquier cosa. Yo compré diplomas, puestos de profesor
y la dirección del colegio, esto es el cuarto mundo.
Debéis ser pegadizos, ¿Quién es más
inteligente? El que piense de forma inteligente y aprende y
que no tenga miedo para siempre y no paga el puesto de trabajo
del Estado. Yo no tengo ni el libro, ni siquiera habría
llegado a profesor y director. ¿Qué negocio realizaré
ahora? ¡Je, je, je!
Semilla entró en la oficina después de las últimas
palabras de Rampolis. Y dijo bien. “Antes
de la revolución estaba vendiendo semillas en las esquinas
de las calles” –pensó ella. Después
de la revolución, sin embargo hemos evolucionado como
cuidador en el “Hogar
de los niños”. Allí lo hice
mejor que cualquier mujer de mi edad. Estaba de enlace con el
trato con los niños –pensó más semillas.
“Con el
dinero que había recibido del soborno y de la falta de
escrúpulos, rápidamente me las arregle para llevármelo
al principio”, compre incluso a los graduados
en la universidad, porque en el cuarto mundo, todo era posible.
Las mujeres honestas y trabajadoras, llegaron a sus propios
valles, donde vivían mendigando hoy y el mañana
–dijo a Zafira
deleitándose en la señora Semilla. Ahora no se
qué hacer con el dinero, yo recibo dinero del presupuesto,
como guía, como profesor y de “Animalis”
la Asociación de huérfanos que dirijo. Y de los
huérfanos que reciben, que ahora estamos suministrando
de prostitutas, mendigos y ladrones… no solo es una empresa,
con niños traen más dinero de lo que jamás
soñé. Recibo dinero del presupuesto para ellos,
pero le doy atención a gente que como yo, ha vivido entre
los escombros y darles dinero de la beca… algo ilegal,
por supuesto. Algo que nadie controla desde hace años.
Según la ley, los huérfanos bajo cuidado no pueden
recibir becas. ¿Pero, quién controla lo que hago
con el dinero público? ¡Nadie! Puedo hacer cualquier
cosa –Pensó ella- Conozco a un colega, un director,
que a partir de una casa étnica del colegio universitario,
donde el idioma es muy popular debido a que habla con frecuencia
en el extranjero, requiere que los maestros puedan dar clases
a diez estudiantes para que estos tengan beca en su mayoría.
Incluso si ellos no aprenden nada, la razón es también
el hecho de que algunos de ellos, atienden a sus amigos, como
en mi caso, a través de una asociación. ¿Hay
gente con envidia? La mafia es mucho más fuerte en el
–pensó la señora Semilla- Si yo estoy en
el colegio que los directorios I, donde los padres de los estudiantes
sobornan para el acceso, desde el primer grado, diez mil euros
y luego, por supuesto obtienen notas altas sin tener que aprender,
realizando millones de regalos.
El edificio de la escuela tenía sólo dos pisos,
cada piso con tres habitaciones convertidas en aulas. Por encima,
un puente dividido en dos, haciendo de aulas. Había cinco
o seis alumnos por clase, donde se enseñaba con facilidad,
además había un baño en el piso de abajo,
de unos veinte metros cuadrados. Estaba lleno de cámaras
fotográficas, equipos de última generación.
Estaban disparando en todas partes, en el patio, vestíbulos,
salas e incluso en los baños, se registraba todo lo que
ocurría todo el tiempo, dijo ella, además todo
el mundo lo hacía, aunque no hubiera dinero ni siquiera
para dar de comer a los niños.
Rampolis siempre decía: “Así
podemos deshacernos de los profesores no deseados, especialmente
de las maestras”. Las filmaban desnudas en
el baño y luego las enseñaban a los alumnos para
burlarse de los profesores. Ellos no podían enseñar
nada y los amenazaban con echarlos a los escombros. Si los fotografiaban
ya sabían lo que tenían que hacer, así
los asustamos en la escuela, porque por ellos debo pasar todos
los días aquí, solo mis maestros favoritos, los
graduados en la famosa Universidad “Aristotontis”,
que no hacían nada, no iban a impartir clases, por eso
soy el mejor considerado por ellos, como por todos los directores
de la actualidad ¿Quién enseña hoy en día?
Cualquiera consigue ser un intelectual sin enseñar hoy
en día, solo con dinero.
La Sra. Semilla y Rampolis habían alquilado unas cuantas
habitaciones a una escuela secundaria privada, para demostrar
que no tenían pocos alumnos y así ganaban dinero,
una sala era para una organización benéfica y
otra se llevó a cabo después de la escuela. Había
una aula de educación física arrendada a una firma
de danza, dirigida por Rampolis y por Semilla, así no
les estresaba demasiado.
Y si iba a controlarlos a través de Inspecciones, los
cargaban con alimentos y dinero, siempre les salía bien,
no tenían ningún estudiante en la escuela secundaria,
nadie iba a verlos y si realmente los necesitaban inmediatamente
montaban un espectáculo, organizaban una clase y ponían
a los estudiantes de todos los grados y eran presentados al
“comité de calidad” que los iba a controlar.
-Recolectamos dinero para la “comisión
de calidad”- dijo una profesora con gafas
y una nariz grande de tejón y la cara comida como un
portafolios, además era el jefe del “comité
de calidad”- Mañana vienen y debemos
quedar bien.
-Luego viene el control de las carteras, no de las carpetas
–dijo en broma un maestro.
Sergio dio una charla a los estudiantes en el sótano
del edificio. El estaba contento de tener una clase, solo los
protegidos de Rampolis y de Semilla tenían acceso a ella.
El resto de horas resistían en el patio del colegio o
en el campo de deportes, usaban la escalera de veinte metros,
un olor desagradable llegaba a través de las fosas nasales
hasta las entrañas de su ser hasta alcanzar el aula.
Había una pequeña ventana como única conexión
con el exterior. Aquí, en las profundidades de la tierra,
no había señal para los móviles. El tiempo
comenzó, diez minutos más tarde se produjo un
fuerte ruido de rechinar, daba escalofríos, y la puerta
a se abrió lentamente y apareció una extraña
criatura. Era el estudiante Mefistófeles.
Mefistófeles aparentaba más de cincuenta años
de edad, pasó por todas las miserias de la vida, con
el cuerpo de chico y tomó nota de que no sólo
tenía un pie normal. En la segunda etapa, el chico tenía
un porte elástico, muy alto, como si se tratara de una
cola y cuando Sergio se sorprendió al descubrir el ruido
que sonó de una forma escalofriante al entrar en la escuela.
-¿Debemos tomar notas? –se levantó y dijo
un chico, cerrando los cuadernos donde escribían. No
hay que dejar de sembrar, le ordeno que aprenda, yo dirijo la
escuela secundaria y a todos los profesores. Los ponemos la
Señora Semilla y yo, a mi deben escucharme, los profesores
hacen caso omiso de lo que digo y yo soy el jefe de todos. Y
para chantajear, ni el presidente tiene un plan en la forma
de chantajear. Y dicen que la señora Semilla y yo somos
los mejores y el personal de protección tienen miedo
de mí, puedo hacer cualquier cosa y no dar ninguna explicación
– sonrío diabólicamente satisfecho
Mefistófeles tenía un aire diabólico su
sonrisa que superó cualquiera de las que había
visto en las películas pensó Sergiu, por ahora
todo era muy real.
- Tal vez alguien se llamaba así en alguna película
que había visto su madre, para elegir un nombre tan extraño
– pensó el profesor.
- Sepan que el director Rampolis es muy bueno –continuó,
siempre dice- ¿Quien es la muñeca? Tardó
en el armario, me acariciaba, me besó y me dio caramelos.
Y me dice muñeca, el Sr. Rampolis –dijo un niño
de color aceituna con labios gruesos, con una frente que parecía
que tuviese un envejecimiento prematuro, con varias piezas dentales
rotas y los restantes de color amarillo. También tenía
más edad en
comparación a los otros estudiantes.
Sonó para iniciar la pausa.
-Tú, Consuelo, ponte de rodillas –dijo bruscamente
el muchacho a un chica mulata, alta y muy delgada, con un fino
bigote en el labio superior.
La muchacha ejecutó la orden sin discusión.
-¿Tú eres de la casa de los niños? Aquí
te he traído una aguja de picadura y Mefistófeles
saco un tubo grueso como una aguja de tejer.
- Es para ti y le dio un golpe en la cabeza, todos a por ella.
Te voy a pinchar con esta aguja si no te quedas tranquila y
te ataré de las piernas y amordazaré la boca,
como lo hice el otro día, ja ja ja- sonrió el
chico de nuevo de forma sádica con los otros -¿te
gustan los chicos? Te ataré de arriba abajo y solo tus
ojos permanecerán abiertos.
La chica tenía quemaduras de cigarrillo en las dos manos.
Sergio preguntó curiosamente a la niña:
-Pero, ¿qué te ha pasado en las manos? ¿Por
qué tienes estas marcas?
- Me caí de la bicicleta y me despelleje –respondió
la chica.
Sergio sabia que a la niña no se le permitía decir
la verdad, sin embargo el preguntó en vano.
-Sí, lo estamos haciendo bien, si sois obedientes, no
nos amenazaran y nos moveremos de un lado a otro, eres muy mala
–Los maestros se burlaban de los chicos, los golpeaban
y se orinaban en su cabeza.
-¿Pero, tu sabes dónde estás? –Dijo
Sergio- tal vez no digas la verdad.
-Es cierto, se lo habían dicho otros niños del
centro que estaban allí –dijo la niña.
-¿Vamos también con Pitbull para cantar villancicos?
– preguntó Mefistófeles a los chicos, el
anciano abrió la puerta y nosotros llevamos el pitbull
y lo robamos todo –mi primo “un
gran maestro” dice que esta es la última
invención en la mendicidad para el robo, les ha proporcionado
un Pitbull. ¿Habéis
visto en el centro? El dinero es bueno, al hombre en la calle
puedes asustarlo con él, es tan bueno como en la orilla
del mar donde estuve el verano pasado con mi abuela.
- Es mejor que no venga a visitarnos al centro – pidió
Argentina a los chicos.
- ¿Pero me traerás comida? –preguntó
Mefistófeles.
- Seguro, yo cocino –dijo Argentina – voy a cocinar
sola, todo lo que queramos.
- Quiero tener una buena cocina cuando vengan –dijo Mefistófeles
–estoy muerto de hambre.
- Yo sé bailar en la barra, aprendí un poco. Quiero
ser bailarina en “El
club del Pecado” como mi madre –dijo
Argentina con orgullo, la chica oscura, casi mulata.
Sergio recordó que había visto un cartel fluorescente
cerca de la iglesia “El
club del Pecado”. En nunca había estado
allí, los chicos en cambio sí. Sabían más
sobre lo que estaba ocurriendo allí. |
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