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poemas de David Darriba Pérez

VII y VIII




Al fin el sol.
Por encrucijadas cegadoras avanzas con mano dominante
abarcando toda la circunferencia.
Los azules por momentos verdes
caen dentro del lago.
En contraposición una tímida luna
en transparencia subordinada.




Tumbado, con la vista dirigida a las copas de los árboles,
sol filtrándose
acogido en amodorramiento que no perdona
e hipnótico mover de hojas por un aire leve
entre sucinto destello. Una de ellas, ya marchita,
viene a morir a mi cara.
Arterias quebradas
por las que un día fluyeron sangre blanca,
muestran ahora cavidades pútridas.
Mosquito que zumba por mis oídos
y de un manotazo seco todo es devuelto
a su anterior estado de placidez.
Claroscuros móviles, variables,
a las órdenes de un viento antojadizo
que en bosquejo sutil va trazando el paisaje.


XII ; XIV y XXXVII




 

Piedras de una vieja iglesia se desintegran.
Las acaricio el testimonio en la palma de mi mano.
Paso bajo sus perfectos arcos imperfectos
adentrándome en oscuridad acogedora,
eventualmente funesta.
Las paredes exudan recuerdos de otros
que ahora se hacen míos.
Escalofrío. Calor reconfortante.
Miradas agónicas de santos
que se mudaron aquí centurias más tarde
ante el pantocrátor impasible.
El órgano mudo coronando tal majestuosidad
y mis sentidos que recrean notas ya perdidas entre estos sillares.
Empequeñecido, truena la distancia hasta la cúpula
aplastándome contra los sepulcros.

Se sonrojan dos ojos
que muerden acero.
Jungla de cables y forjados grises
encadenan la calma.
Besos incandescentes reuniendo saliva
y vuelan pétalos rotos
delante de la cara aletargada.
Se percibe un rumor
entre los escombros prensados; labios inamovibles.
Unos verdes se degradan subiendo por estos amasijos
en busca del azul
y encuentran un techo plomizo.
La mirada se resquebraja
ante la impasibilidad de otra que se cruza,
que ignora, que atiende
al cemento que se quiebra…
Oídos perforados no pueden escuchar
el estruendo del derrumbe.

La ciudad delimitada por una verja de humo
que escala por los edificios más altos.
Hasta la última de sus plantas
negros y púrpuras entretejidos.
Coz en las narices
y aguijones clavados en ojos sangrantes.
Horizonte de ventanas
por las que caen personas,
horizonte de antenas
retorciendo apéndices siniestros.
Un latigazo de arena en el rostro,
y más tarde la lluvia
aplastando las moléculas contra el asfalto
por el que circulan caparazones con ruedas,
ruidosos, que emiten pitidos aniquiladores.
El aleteo de la noche cargada de luces artificiales
en firmamento moribundo.
Cloacas infestadas por sonidos de ratas
que amamantan orín,
descomunales, peludas,
saliendo de sus escondrijos para perseguir gatos
que aúllan hacia la luna
como los lobos, como los hombres.

Selección de poemas del escritor © David Darriba Pérez , elegidos por el autor, para su publicación en la revista mis Repoelas:





Cinco poemas que forman parte del poemario El silencio es azul.

 


 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras