Recorrí mil
veces la isla. Mil veces y más. Me senté en
todas las arenas, pero no sentí su presencia. Miré
el horizonte del naciente y del poniente. Reclamé su
mano en mi hombro, pero no. Caminé entre la gente,
esperando tropezar con ella. Mis pasos no dejan huella, pero
ellos no lo notan. Alguna vez soñamos que una mujer
alada nos elevaría de la arena a los cielos, que seríamos
dos rosas en el mar. Nada sucedió como lo planeamos.
Tanto amor, tanto cariño, no fue suficiente para darnos
un nuevo destino. Nos prometimos encontrarnos aquí,
en las playas de Mallorca, aunque ni la muerte, que nos quitó
las ataduras terrenales, nos dio la libertad de cumplir nuestro
pacto.
Me dicen que debo seguir el camino, cumplir las etapas siguientes.
Yo sólo quiero esperarla aquí, sin importar
el tiempo, que sean años y años, es igual. La
eternidad esta de mi lado.
Tendido en la arena, mirando las estrellas, así me
quedaré. A veces rodeado de personas, otras, como ahora,
solamente acompañado por esa joven, que sentada sobre
una estera de juncos, abraza sus rodillas desfrutando de la
vista marina. Como hipnotizada por las olas. El ruido de su
celular la despierta de su trance.
- Hola Bertha
- …
- No. No me esperes, me quedaré aquí esta
noche.
- …
- Si, en la playa. No, no estoy loca, estoy bien, no te
preocupes.
- …
- No sé. Siento que es algo que debo hacer. No sé
cómo explicarte.