La teoría de
las súper cuerdas nos plantea la existencia de varias
dimensiones o universos posibles, los que serían ancho,
alto y profundidad, pero tomando en cuenta que estas tres
variables se expresan positiva y negativamente, obtenemos
seis dimensiones, más el punto donde confluyen, que
equivale a El Absoluto, una dimensión de todo y nada
simultáneos.
Pero mi profunda vocación humanista me obliga a abandonar
los fríos dominios de la física cuántica
y trasladar la teoría de las súper cuerdas al
estudio de los orificios femeninos, pues ellos son el no-lugar
maligno donde se determina nuestra estancia en el mundo humano.
Las dimensiones positivas no requieren de mayor explicación.
Se trata de agujeros que cumplen sus funciones sexuales con
eficiencia, pero que todavía se hallan lejos de la
totalidad.
En su dimensión negativa, son orificios atrofiados,
como un coño demasiado ancho que no produce fricción,
una boca llena de crueles dientes filosos, o un ano oloroso
y excesivamente velludo.
Por este motivo propongo a la comunidad científica
abandonar la insensata búsqueda de agujeros de gusano
propuesta por nuestro colega Stephen Hawking y centrar nuestros
esfuerzos en algo realmente importante para la humanidad.
Exijo que dejemos de desperdiciar ingentes recursos financieros
y nuestro talento en el estudio de pajas mentales. Sin embargo,
hay que reconocer que la teoría de las súper
cuerdas formulada por ese siniestro cuadrapléjico de
Hawking es sumamente valiosa como punto de partida para emprender
el estudio del agujero femenino total.
Estimados colegas, cierren sus ojos por un momento e imaginen
la belleza y lubricidad contenida en un orificio que es vagina,
boca y ano al mismo tiempo. Con el tiempo podríamos
fabricarlos en un laboratorio para luego producirlos en serie.
¡Sería el mayor regalo jamás hecho por
la ciencia a la humanidad!, sobre todo porque podríamos
prescindir del contacto con las féminas y exterminarlas,
pues seguir conservándolas dentro de nuestro planeta
sería un anacronismo biológico, algo así
como tener un muñón inútil en el rostro
de nuestra sociedad.
En el momento en el que desarrollemos el agujero total (si
quieren ponerse espirituales, llámenlo “agujero
zen”) y lo hayamos convertido en un objeto de consumo
masivo, debemos aniquilar a esa estirpe de paridoras hijas
de Eva, pues si algo nos ha enseñado la evolución
es que aquello que no se usa debe desaparecer.