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ANGEL Y DEMONIO
(POEMA ESCÉNICO A DOS VOCES - SEGUNDA PARTE)

    Actor 1: ángel
    Actor 2: demonio
Los dos actores se han ido acercando, paso a paso, verso a verso. Se cruzan, se miran por un instante, pero no se ven: su dolor sólo les permiten intuirse. Un segundo, sólo un segundo: tiempo suficiente para que se produzcan los milagros.
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Sólo tocarte una vez más, sólo verte una vez más,
sólo sentirte una vez más cerca de mi cuerpo
y la revolución de las sílabas acabará con las negaciones.
Quédate a mi lado: después de verte una vez más
no imagino otra frontera que la de tus ojos.
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                  Quizás las palabras ya dejaron de ser palabras.
                  Quizás los nudos de las gargantas se liberaron
                  y los gritos de tantos siglos encerrados
                  han levantado nuevos muros de palabras.
                  Aléjate de mi lado, aleja de mí tantas sílabas, tantas palabras.
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No me iré porque no puedo dejar de amarte,
porque mi piel no puede vivir sin tu tacto
y mi lengua se embrutece lejos de tu aliento.
No me iré, no me iré, no me iré nunca de tu lado.
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                  Estar tan cerca y al mismo tiempo tan lejano;
                  estar aquí, poderte casi tocar con las sílabas de mis dedos,
                  y estar tan lejos que ni puedo imaginarte,
                  ni verte, ni sentirte, ni casi ni recordarte.
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La distancia de un beso es un abismo oscuro
y tus brazos son la frontera de mi geografía.
No me iré más lejos del sabor de tus labios,
ni me escaparé más de la telaraña de tus caricias.
¿Dónde encontrar la fuente de la eterna juventud
si no puedo bañarme cada día en tus ojos,
en la pupila cristalina de tus hermosos ojos?
¿Acaso podría sobrevivir ahora que conozco el paraíso?.
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                  No vuelvan tus ojos a dibujarme manantiales verdes,
                  ni tus manos, las palomas de caricias nocturnas.
                  Si te vas, mi cuerpo será un candado
                  y me arrancaré las yemas de los dedos,
                  y mis ojos servirán de manjar a los peces
                  que se esconden detrás de las barras de los bares.
                  Si te vas, olvida para siempre mi nombre:
                  blasfemias serán tus promesas en la ausencia.
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Un día te dije: “te amo”, y los demonios huyeron de tus labios,
y las margaritas perdieron la mitad de sus pétalos.
En medio de aquella oscuridad de techos circulares,
en medio del desfile obsceno de los hielos suicidas,
se hizo la luz, una luz por encima de los altavoces
y todo quedó en silencio: las sonrisas en silencio,
las esperas en silencio, los whiskies en silencio:
sólo el ritmo de nuestros corazones latía en el silencio.
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                  No me sigas, no me sigas, no me sigas atormentando.
                  La sombra de tu ausencia lo cubre todo
                  y todavía no te has ido, y todavía no me he ido.
                  No me sigas, no me sigas, no me sigas queriendo,
                  que las sombras de tus alas lo cubren todo
                  y tu sonrisa ilumina el cadáver de mis recuerdos.
                  No me sigas, no me sigas, no intentes descubrir la estela
                  que mi ausencia va dejando entre tus deseos.
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No me dejes, no me dejes, no me dejes escaparme,
que tus brazos, los barrotes de mi celda mística,
que tu rostro, la verónica en la que seco mis lágrimas.
No me dejes, no me dejes, no me dejes olvidarte,
que tus labios, el horizonte de mis atardeceres,
que tus pies, el ancla de todos mis sueños.
No me dejes, no me dejes, no me dejes alejarme:
¿Cómo volver al paraíso si una vez lo he perdido?
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                  Es demasiado tarde siendo demasiado pronto.
                  Los segundos desconocen tus curiosas matemáticas.
                  No se muevan tus labios para pronunciar mi nombre,
                  no asalten las lágrimas las celdas del recuerdo.
                  Es demasiado tarde para volver sobre las pisadas
                  y demasiado pronto para descubrir aún sus huellas..
                  Es demasiado tarde para los cuchillos de los espejos
                  y demasiado pronto para grabar en los árboles nuestras iniciales.
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No me dejes, no me dejes, no me dejes nunca.
Sin ti, el rocío, las lágrimas de las flores nocturnas;
el atardecer, la radiografía de mi corazón abierto.
Sin ti, los libros son sólo eso: libros,
papel que se pudre atacado de geometría.
No me dejes, no me dejes, no me dejes nunca.
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                  No me hables, no me escuches, no me mires.
                  No dejes el paso de tu sombra en el camino.
                  No me recuerdes, no me inventes, no me ames.
                  No me ames, no me ames, no me ames nunca.
                  Deja que las horas se conviertan en sábanas:
                  cubre con ellas las esquinas de nuestros recuerdos.
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No me olvides, no me olvides, no me olvides.
Yo ya no puedo dejar de quererte.
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                  No me quieras, no me quieras, no me quieras.
                  Yo ya no te quiero.
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Déjame al menos ser el lazarillo de tu sombra.
Déjame terminar la circunferencia de tus vocales,
marcar a fuego las huellas de tus pasos,
recoger la fragancia del aire de tus pulmones.
Déjame, al menos, ser la sombra de tu sombra.
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                  No me sigas, no me sigas, no me sigas queriendo.
                  Ya es tarde para resucitar las piezas del puzzle,
                  para descubrir en la arena las dunas de nuestros cuerpos,
                  en las luces de neón, las luciérnagas de nuestros ojos.
                  No me sigas, no me sigas, no me sigas queriendo.
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Ya no puedo dejar de quererte.
Ya no puedo dejar de adorarte por más tiempo.
                      20
                  Ya no te quiero.
                  Ya no puedo quererte por más tiempo.
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Ya no puedo vivir sin sentirte cerca,
sin sentirte acurrucado sobre mi pecho.
                      21
                  Ya no quiero verte ni sentirte cerca,
                  ni sentirte a un milímetro de mi pecho.
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Ya no puedo dejar de quererte.
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                  Ya no te quiero.

(DE “TRÍPTICO”, MADRID, SIAL, 2009)

Selección de poemas escogidos de © José Manuel Lucía Megías, cedidos amablemente por el autor, para su publicación en la revista mis Repoelas:




 


Página publicada por: José Antonio Hervás Contreras