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En las tardes
eternas,
de perenne ocaso,
gloria vivida antaño
de resplandor mortecino,
entre lágrimas de sal y hiel…,
recuerdo.
Sentado en el parque
de los hombres olvidados,
fragancias lánguidas
y campos de avellanos,
donde mi niñez crecía…,
añoro.
Besos robados de azúcar y caramelo,
en la penumbra de los soportales,
de callejuelas silenciosas y desiertas,
amores secretos de puro verdor…,
evoco.
Lejano horizonte del ayer perdido,
entre abriles y primaveras consumadas
por juventudes envejecidas,
transcurso de vida que se agota…,
retengo
Tesoro de esencias yacidas
que empapan la tierra que piso
dejadas a mi paso errante
en la habitación de los dolores…,
rememoro.
Alpargata azul y goma blanca,
griterío en tierra mojada.
Niñez preñada de alegrías
en corros de juegos traviesos…,
me acompañan.
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