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A
Luis López Anglada
Miradlo. Casi un niño, de puntillas
recorre larga playa, y un guijarro
añade a su memoria: despilfarro
que le hace sonreir, como a hurtadillas.
Miradlo cómo vuela a las Antillas,
cómo llena de amor el rojo barro
que su hija moldea en un cacharro
y es luego una paloma en sus rodillas.
¿Quién fue más Ceuta que él?
¿Quién más soneto?
Sus ojos derramaron sobre el mundo
un evangelio: para ti, contigo.
Nadie mejor poeta; su alfabeto
llenó la lengua con fulgor fecundo.
Este fue Luis. Fue puro. Fue mi amigo.
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