No quiso darle otra tregua, don Mario.
La tierra, ansiosa, lo suyo reclama.
El carnal abono, labró en su cama
la azada del dolor… Y el calendario.
A usted, que adornó con su abecedario
cada anochecer en el melodrama
de esta vida material y mundana,
deseó la parca llevarle a su armario.
Mas, seguirá en la noche y en la calma,
susurrando el silencio en la lectura
aunque yazca su cuerpo en el sudario.
Y en los versos vivirá erguida su alma
y su forma de ver esta angostura
de la vida que escribe nuestro diario.
|