
adura la palabra en el silencio
midiendo la tensión más adecuada,
lo mismo que la flecha en el reposo
de la cuerda del arco,
mientras alguien, mentalmente, calcula
elipses y distancias.
Como la flecha,
la palabra que sale del silencio,
a veces da en el blanco, a veces yerra.
Como el arquero,
así también el pulso del poeta.