
acen
de la mentira profesión,
igual que del insulto,
aunque luego nos vendan abnegación y esfuerzo,
vocación de servicio y dignidad.
Se dicen defensores
del orden, de la paz y del progreso
y pronuncian en vano
nación
o democracia.
Se llevan a matar cuando se trata
de demostrar al mundo que el contrario
insiste en el error. Lo manifiestan
siempre que la ocasión se lo permite.
Pero no les importa,
desmontado ya el circo,
compartir los mejores manjares, o los caldos
más añejos, al tiempo
que preparan sus próximos asaltos.
Nosotros, ejerciendo
nuestro derecho al voto, los dotamos
de legitimidad y de una nómina.
(Es cierto que entre ellos,
como en todo en la vida,
existen excepciones.)