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Ya
lo he dicho antes y aún hoy lo mantengo:
las estrellas son mías de ahora y para siempre
Me adjudico el brillo que desde mis versos
les concedo la exacta posición que en mis estrofas
les otorgo descifrar su fulgor entrelineas antes
del ansia de poeta Cómo no su visión panorámica
y hasta la parcial Me apropio el observatorio
desde donde las nombro a través de mis metáforas
desde donde las recito una a una y en mis trovas
anoto sus movimientos Trazo sobre ellas cada
noche oscurecida sin luz un campo de tiro y disparo
hipérboles para desvelar su destino: los caminos
plateados que describen también me pertenecen
Llevo décadas de frío anotando en mi cuaderno
estelar todos sus avatares: aquellas que quemadas
en la luz han sucumbido las otras que en libertad
oscilaron hacia remotas galaxias esas nuevas
que anunciaron su llegada bajo fulgor incendiario
–con regocijo de fuego casi infantil– Aquellas
que titilaron de amor avergonzado al abandono
del vate y las que tras la pasión fugaz de los amantes
figuraron desvanecerse Las que dataron las estelas
del héroe o fueron fragmento adjudicado a algún
dios
Aquella que describió un arco boreal en la esperanza
de alcanzar el juramento del Caballero ante la Muerte
Y cómo no aquella que llegada de algún más
allá
completó en su cifra el séptimo calendario sin
lunas
Lo dije antes y ahora lo reitero: las estrellas son mías
(Del libro Óxido de calcetín
[2008-10]. Inédito)
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