Y allí
en mitad de una noche viscosa y triste
me enamoré del reflejo de aquella mujer
no era ella ni siquiera la estación sombría
de lo que ese rostro trae cada mañana hasta el espejo
era ese reflejo repetido en mi cabeza como una llave
esa posibilidad de ser lo que paraliza el agua
la bebida azulgrana de un cuerpo que tiembla como un recuerdo
la ironía fugaz de un límite que abre una
puerta sin pared
porque aquella mujer reflejada era un umbral
algo que la divinidad registra en la fibra del océano
a ella a su rostro va cada noche el aceite de los barcos
el grito tapizado de esa fuente que viene a ser poema
el lamido ciego lo que cabe en ese agua que se agota
la memoria del agua agotándose en la imagen
la piedra lanzada contra el agua inmemorial
la piedra en medio del reflejo que yo amé
Esa mujer reflejada
esa mujer
el agua de esa mujer
en la mañana después del sueño
gotea en mi almohada
como un ejercicio inútil de lo que ya no soy