DE
MI MADRE MUY JOVEN
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De mi madre muy joven recuerdo
que volaba
disfrazada de ropa y, aprovechando el viento,
meciéndose en las liñas de cualquier azotea,
entonando con fuerza canciones melancólicas,
que hablaban casi siempre de amores separados.
Experta era en el arte de tallar la madera
sobre la que volcaba sus manos poderosas
hasta sacarle el brillo a sus partes más nobles
con un cepillo mágico que guardaba en secreto
y que sólo enseñaba si invocaba al asombro.
Como una combatiente luchando en la trinchera
ella se reclinaba armada hasta los dientes
con un cera negra y una bayeta antigua
hasta hallarles el nervio a aquellos escalones
que luego, agradecidos, mostraban su tersura.
No guardo en mi cerebro su imagen recostada
ni rodeada de flores tumbada en la pradera,
la suya era una estirpe de soldados civiles
batallando en el frente de las cosas que importan:
poner aditamentos como quien pone vendas
a viejos calcetines que estaban casi extintos,
hacer que plantas mustias recobraran su brío,
y aprovechar la lluvia para ocultar el llanto.
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