"El Castillo de Alsulema"
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El Castillo de Alsulema se alza, imponente, junto al poblado
humano, debajo del cual moran los Elfos Bajo la Colina,
un pequeño reino gobernado con sabiduría por
Elfrondil, durante siglos Rey Bajo la Colina. Estos Elfos
denominan a su reino la Gran Caverna. Los Humanos lo visitan,
pero nunca han visto allí un solo elfo, pues estos
saben esconderse y camuflarse a la perfección.
Hace doscientos años, el rey Elfrondil tuvo un sueño
terrible. Vio un extraño torbellino junto al Castillo
de Alsulema. Dentro de ese vórtice no veía
nada, ni siquiera oscuridad. Contempló, horrorizado,
cómo el remolino comenzaba a tragarse el castillo,
al tiempo que escuchaba en su interior el horrible rugido
de un gran dragón… De pronto se desveló
y comprendió que había tenido una pesadilla.
Se sentó en la cama. La reina despertó y se
incorporó. Sentada junto a su marido, le habló
con dulzura:
—Te veo nervioso. ¿Qué has soñado?
—Un vórtice de “no-luz” se tragaba
el Castillo de Alsulema. Parecía tan real…
—la Reina lo besó en la cara, lo tomó
de la mano y le dijo:
—Duerme de nuevo, amor mío. Velaré tu
sueño. —Elfrondil la besó en una mejilla;
los esposos volvieron a apoyar su cabeza en la almohada. El
rey logró dormir con placidez, también la reina.
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Al día siguiente, el monarca consultó a sus
Consejeros, quienes observaron visos de realidad en el sueño.
De modo unánime le aconsejaron regalar la prodigiosa
lanza DragonLán a Eliesú, Señor Elfo
de Alsulema. El origen de esta poderosa lanza se remonta
a los orígenes de los pueblos élficos. La
guardaban los Elfos Bajo la Colina, pero ninguno de ellos
sabía quién fue su artífice.
Al día siguiente, El Rey Bajo la Colina vino con su
reina y Consejeros al Castillo de Alsulema, en cuyo Salón
del Trono hizo entrega de la mística lanza al Rey de
los Elfos de Alsulema. Eliesú agradeció a Elfrondil
el gran regalo con una inclinación de cabeza, sentado
en el trono junto a ElMíriam, la Reina Madre, su progenitora.
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Cincuenta años después,
Eliesú regaló a cada uno de sus élficos
Caballeros un hermoso mineral, transparente y con luz propia,
una maravillosa piedra preciosa de distinto color y luminosidad.
ElMíriam incrustó sus joyas místicas
en la frente de cada caballero, de un modo misterioso, sin
causarles dolor. Esto supuso un notable cambio en ellos: a
partir de entonces una luz distinta iluminó sus mentes
y un fuego poderoso guió sus corazones, pues, con ese
lucero mineral, cada uno recibió una comprensión
particular de su misión y una fuerza especial para
cumplirla.
Cada caballero de Alsulema es conocido por su nombre élfico
y el color de la joya que lleva en su frente. Los que se mencionan
en esta historia son los siguientes: JuanJel, Mikel Pan, Morandil,
Garofil y su hermano ElRodri. Pero eran en total veintiuno.
Ya en nuestros días, poco antes del regreso de cada
caballero a su castillo, Garofil montaba guardia en las almenas,
junto con Mikel Pan y Morandil. De repente, Garofil exclamó:
—¿¡Qué es esa sombra que ha aparecido
junto al portón!?
—Es un vórtice de no-luz que sin embargo se ve
—observó Morandil.
—En su centro habita una forma oscura; ¡creo que
es un dragón! —repuso Mikel Pan.
Como un solo elfo, los tres corrieron al Salón del
Trono y comunicaron la inquietante nueva al Señor del
Castillo. Él y su madre los escucharon con serenidad;
la noticia parecía no sorprenderles. Eliesú
les ordenó: |
—Que JuanJel organice la defensa lo antes posible. ¡Garofil!,
tú llevarás al combate, como todos, tu hoja
élfica, el arco y las flechas, pero además te
nombro portador de la DragonLán. Aquí la tienes...
daos prisa, informad al Capitán, transmitidle mis órdenes
y poneos a las suyas.
El Capitán JuanJel ordenó a los demás
Caballeros disparar sus flechas desde las almenas contra el
que denominó Dragón Oscuro. Pero todas rebotaban
en su negra piel metálica. Dio orden de abandonar el
arco y desenvainar las espadas, aun sabiendo que poco podrían
sus hojas élficas contra la bestia.
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El dragón permanecía agazapado e inmóvil,
en medio del torbellino. De improviso, dio un salto formidable
y estrelló la mole de su cuerpo contra el grueso
portón de madera, el cual se hizo añicos.
Despacio, con zozobrante y potente risa cavernosa, entró
en el Castillo de Alsulema. Los Caballeros bajaron, raudos,
al patio de armas, y se posicionaron en formación
de combate.
El Dragón Oscuro inspiró hondo, preparando
una intensa bocanada de fuego. Garofil corrió al
centro del patio de armas y amenazó a la bestia con
la DragonLán. Esto hizo que el dragón dirigiera
sus inmundas fauces hacia él. Un persistente fuego
color rojo oscuro brotó de su interior, pero el ágil
caballero rodó hacia un lado y esquivó justo
a tiempo la ígnea bocanada. Pero perdió la
DragonLán. Entonces miró a ElRodri a los ojos...
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Su
hermano captó el plan y corrió como nunca para
hacerse con la poderosa lanza. La cogió y la arrojó
a Garofil, quien la agarró al vuelo y miró a
su hermano, contento; pero un súbito horror le hizo
gritar:
—¡¡¡Nooo!!! —Una bocanada ígnea
partía ya contra su hermano, pero éste la esquivó
corriendo hacia atrás: ElRodri se incorporó
a la formación. Garofil suspiró, aliviado.
Sentados con majestad en el Salón del Trono y envueltos
en su luz perenne, Eliesú y ElMíriam captaban
lo que ocurría, si bien no lo podían contemplar
con sus ojos. ElMíriam sonrió pensando en Garofil,
y la joya de éste iluminó su frente con un brillo
muy intenso, semejante a la Estrella de la Mañana.
Después miró en dirección al Reino de
ElFátim, lejos, al noroeste.
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El dragón
inspiró, mirando la formación con indefinible
maldad. Se proponía abrasar a todos los Caballeros
de un único e ígneo barrido. Pero Garofil corrió
otra vez hacia él. De nuevo el Dragón Oscuro
modificó su objetivo y erró su ráfaga
de fuego contra el valiente caballero, quien logró
situarse bajo la bestia, cerca de su negro corazón,
la única parte vulnerable de su cuerpo, además
de sus ojos. Entonces el horripilante animal se dejó
caer en el suelo, para aplastar al caballero. Pero éste
veía con claridad qué hacer, y el lucero de
su frente iluminaba la no-luz que envolvía al dragón.
Con increíble rapidez, se colocó bajo el corazón
de la bestia —ya a punto de aplastarlo en su caída—,
apoyó la DragonLán en el suelo y la sostuvo
con la punta hacia arriba...
La mística lanza atravesó el duro corazón
de piedra y lo partió en dos. El dragón se desintegró
en un instante, convirtiéndose en una negra y maloliente
humareda que se elevó en el aire y pareció adoptar
la forma de una amenazadora garra de afiladas uñas.
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La joya del valiente caballero redujo la intensidad de su
luz, recobrando su brillo habitual. De nuevo Garofil vio claro
qué hacer: dirigió una mirada llena de esperanza
hacia el lejano Reino de ElFátim. Al instante, una
ráfaga de viento del noroeste hizo jirones la nube
negra y la alejó del castillo.
Días después, tuvo lugar una postrera reunión
en el Salón del Trono, pues el adiestramiento de los
Caballeros había terminado y en consecuencia debían
partir a sus respectivos castillos.
La Reina Madre los besó en la frente, y cada joya lució
su propio color con renovado brillo.
Complacido, Eliesú les dijo:
—¡Id y enseñad a los Hombres cómo
vencer al Dragón Oscuro! —ElMíriam los
despidió, feliz:
—¡Caballeros, id con mi amor! |
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Obra
con derechos de Autor original de José Enrique Serrano
Expósito. Catalogada en el registro de la Propiedad
intelectual de Safe Creative.
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