Leer otras cartas de amor
He recorrido caminos reales empedrados y con fango hasta las
rodillas.
He caminado hacia la bruma de las utopías, buscando
como loco un encanto o razón profunda para vivir. Vivo
con la convicción de no haberme equivocado de batallas.
Deseo retirarme a escribir poesía, con las verdades
a medias que conozco. He intentado encontrar en la oscuridad,
el significado de la palabra amor. He reído y llorado
con mis hermanos, quizás por diferentes razones. Las
noches de luna y los días de Sol, son muy diferentes
para todos. Soy un zarzal para el mutismo de las palabras
y la cordura hipócrita de la vida. He susurrado palabras
cautelosas en forma de cánticos, para que el mundo
no diga que lo grito. Nadie nos comprende ni nos estira con
generosidad la mano; tampoco nos falta nada de lo indispensable
para sobrevivir con un mínimo de dignidad.
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CARTAS
PUESTAS EN EL BUZÓN DEL AZAR (III) |
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La amistad florece como los colores de la primavera, sin la
pasión ardiente del verano, ni las tristezas otoñales
del invierno.
La amistad florece como los colores de la primavera, sin la
pasión ardiente del verano, ni las tristezas otoñales
del invierno.
Aprendí que los amores que se van, jamás
regresan siendo los mismos. Hoy le dirijo palabras sugestivas,
a los silencios de tu piel y a las sigilosas afonías
de tus cavernas. Los faroles de la noche se encienden, cuando
no estas para honrarte con besos y respetarte, así
existan caricias atrevidas. Te escogí porque estoy
cansado de los desencantos, de esos amigos “ronzalitos”
que se prostituyen por nada; sin importarles el alma de nuestros
corazones, cuando es franca la compañía que
se ofrece. Nunca te he olvidado, así pienses que me
he alejado más que un poco, pero tú representas
para mí, una rosa de los vientos, una estrella constelada
con encantos seductores. Siempre te he aceptado como eres,
mi pequeña saltamontes, mi libélula dorada.
Quiero acompañar con mi canto a tu alma y que mi poesía
sea la música de mi destino... Solo te ofrezco confianza
y nido para que invernes, cuando te sientas sola.
Todos hemos sido en cierta manera: ¡Asesinos murtes!
¡Cuantos corazones hemos matado, con el veneno de
nuestra indiferencia! Hemos suministrado, gota a gota el
letal brebaje ponzoñoso. Hay besos, caricias o palabras,
que hacen más daño que una herida a bala.
Cuando bebía o huía por unas horas de la catástrofe,
era consciente que me suicidaba. ¡Yo asesiné
los mejores años de nuestras vidas! Y así
lo hice con ella, con ellas y contigo. Hoy mi piel, se siente
culpable como una asesina en serie. La inocencia del cuerpo
del delito, ignora los consejos de los sentidos. Me regalas
horas en minutos de guerra arrabalera. Beso hasta el hastío
con mimos que desgrano en catarata, a tus pezones y sensuales
senos. La razón ignora a los conjuros de la brújula.
Eros nos arrasó y no dejó sin conquistar,
nada para la imaginación. Las florestas de nuestros
cuerpos se doblegan, con los reflujos de los latidos del
corazón del tiovivo. Te he visto cerrar los ojos,
para dejarte arrastrar por las aguas de la apetencia. Deja
que la lujuria se embriague en tu pubis y conquiste uno
a uno, los cráteres de tu cuerpo. ¡Eres mi
adorada y excitante putita! Eres tan difícil, que
te lubricas toda con una leve caricia. Te tiendes para que
te estimule y provoque como una hoja en blanco, cuando desea
ser llovida, hasta el último rinconcito con versos.
Seduces y arrastras al pecado, con la punta de la lanza
de tu boca impía. Es misteriosa la embravecida tierra
húmeda de la primavera. Entre jadeos morriñosos,
vivimos una deliciosa aventura y pecadora. Dejemos que nuestras
adictas ingles se ciñan, como nuestras lenguas a
la carne. ¡Es el festín de la vida indómita!
¡Es la danza del canibalismo puro! El olor delirante
de tu piel me perfuma, cuando me zambullo con hambruna dentro
de tu floresta. Reconquisto los versos prohibidos por los
miedos o las buenas costumbres. En la intimidad lo higiénico,
luce bastante extraño. Amo al delirio de las empalagosas
caricias. Amo el sacrílego holocausto que celebramos
sobre el altar de las inmolaciones a la vida.
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El desdén polifacético de los versos, constelan
como los sollozos del aroma de tu cuerpo. Brillas desnuda
como el lirio de una pequeña estrella, después
que te rescate del miedo y la indolente indiferencia hacia
tu mundo.
¡Por Dios! Hay tanta vida y pasión en tus senos,
como maldad en tu mirada y sedientos labios. Eres una deliciosa
sandía, cuando seduces con una entrega total. Tus pezones
se erectan como una esperanza, cuando germina. El sol demarcó
los espacios erógenos, para que no se extravíen
los besos ni las caricias. ¿Cómo podría
negarle un beso, a la belleza de tus nalgas?
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Eres un hermoso mapa de piel. Tu cuerpo es una estación
de relámpagos, una tormenta cuando nos descubrimos
como una pareja de invidentes, enamorados.Nos besamos íntimamente
y un poco más allá.
Huimos del mundanal ruido, para amarnos. Vivimos cada segundo
del amoroso éxtasis. Derramamos todo tipo de besos
y de caricias sobre nosotros. Deslízate por los poros
de mi piel, como una profana despreciada por las blasfemias.
Deja que mis besos evaporen los miedos de tu cuerpo y dejemos
que la locura nos pierda, dentro del delirio del fuego. Percibo
a las lágrimas descontroladas del clímax, mientras
un orgasmo salta como una eyaculaciòn suicida entre
tus manos o se desborda dentro de tu boca.
Devoro con osadía la rosa de los vientos, de tus sueños.
Mi lujuria se devora con besos, a tu amoroso y pequeño
lirio. Te regalo pócimas de semen, hasta sacar de madre
a tu corola. Es triste saber que no puede reencarnarse nuestro
sentimiento. En las profundidades del candoroso volcán,
se humedece la sed de la pasión. Suspiro cuando las
sábanas se estremecen y la lava de la natura ensalvajada,
te preña perversamente los óvulos de todos tus
sueños. Los músculos del cuerpo respiran, estremecidos
por la infernal demencia. Esto es “amoroso sexo”,
es el producto de la alquimia entre lo racional y los absurdos
salvajes de nuestros instintos. ¡Navegamos remolinos
y deliramos! Disfruta con saliva o con un poco de bebida,
tu trofeo. Gemiste victoriosa como la sinfonía y la
fuga en el breve orgasmo, como una desbocada yegüita
de mar. Gotas de placer llovieron, rompiendo los silencios
de tu carne. El amor y la felicidad, son la metáfora
de una ilusión. Recogemos los cadáveres del
orgasmo como empacando osamentas de masacres, dentro de bolsas
negras, después de una batalla. No sobrevivió
ni un vestigio de la ferocidad. Mañana se espiarán
nuestros recuerdos y nos verán como a inocentes escribas,
nuestros nietos. Todo cambia, amor mío, como la piel
de los días o de nuestros sentimientos. No me olvides
ni me ignores, como una maldecida bestia. La lujuria se enajenará
y nos negará el placer de nuevos orgasmos. La vida
se compone de capítulos y vivimos con pasión
los nuestros.
Deja la cama así, para que no se borren las huellas
de tus recuerdos. Mañana se borrarán las rutas
que dibujé con besos. Intento recoger algunos fragmentos,
de la lujuria que regó el magma de los amorosos versos
sobre tu cuerpo. Ahora necesitamos de otro tipo de besos para
no sentirnos sucios, cuando regresemos a la realidad. La otra
orilla esta detrás de esta puerta. Ya no necesitas
de cadenas, ni de máscaras, ni de miedos. Sigue sin
mí amorita mía, que el camino de la vida es
infinito. Sigue soñando, delirando y persiguiendo estrellas
imposibles. Corre desnuda y baja a las ilusiones que se enredaron
con algunas ramas. ¡Vive!. La vida es hielo y fuego.
No enmiendes tus pasos, cierra los ojos y déjate seducir
por las caricias del viento. No reserves nada para el futuro.
Quizás no exista para nosotros: ¡un mañana!
Sigue sin mí, amor mío… no voltees a mirar
que es de mal agüero. El devenir te extiende la mano
y si persistes, habrá una sombra aguardándote.
Sigue sin mí, amor mío, sin lloriqueos, ni suspiros…
la vida es una cadena de adioses y comienzos… las heridas
sanan con sal, besos y aguardiente. Agua ardiente como el
mar o la muerte. El gélido piélago de los milagros
de mis pasos, con la exhuberancia motriz del peso del desarraigo,
olvidan y perdonan a los asesinos de nuestro futuro, a la
ceguera de los mercantilistas y de los avaros. Siento envidia
de los pájaros del acantilado, cuando saltan excitados
al vacío y extienden las alas como un viejo olivo,
como si estuviera escribiendo versos o dando una rueda de
prensa. Gracias a ti, he vivido en un infierno de chocolate.
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