Deseo con mimos comerme con los ojos tú piel. Galantearte
con la mirada, hasta ruborizar tú pureza. Desnudarte
con la mirada y animarte a volar libre. Sé que te has
imaginado: Pez, ave o amante. No son zalameras mis caricias,
ni falso el roce de mis besos.
Quiero pasear las calles contigo;
hacer el oso mientras te seduzco y te haces flor entre mis
manos. Embriagarme de rojo y aroma, hasta deshojarte con gentileza,
gracias al halago roncero del enamorado alunado, por el fuego
irreverente de los besos de tú cuerpo. Anhelo que sean
benévolos tus pecados conmigo.
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LA
PRIMAVERA SIEMPRE REGRESA |
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Me has apegado con tú
manera de amar; tú sexo es la querencia donde se refugia
mi tristeza; y es ese mar de soledad, donde el desamor me
ahoga con su antipatía. Desliza con ternura tú
benévola mano, por las paredes tibias de la entrepierna.
Apiádate por misericordia de mi corazón vagabundo.
Necesito deliberar con el viento, si debo echar raíces
contigo; aferrarme con todas mis fuerzas, a la blanquísima
piel de tú amor y a la increíble hermosura de
la negra floresta, que endiabla a mis buenas intenciones.
Existe un mar de sensaciones, encavernadas dentro de tus labios.
Allí, la palabra amor resuena profunda, como si el
fuego te taladrara; o como si una saeta encendida, tuviera
por voluntad del destino, el incinerar los malos recuerdos
aserrados de nuestra historia. Sobre tus labios, lucen hermosas
las palabras soeces, cuando brotan escapadas del éxtasis
desenfrenado; de las imágenes color fuego carmín,
que de no estar enamorada, ¡jamás te hubieras
atrevido a interpretarlas!, para satisfacer mis ansiedades.
Será el amor la mano demoníaca, que nos conduce
al carnaval de los placeres, donde lo carnal nos despoja de
la cordura y nos permite hablar de ilusiones, ¿sin
preguntar ni interesarse de la edad de los amantes?. Te extraño,
cada vez que anochece, o cuando amanece y no te descubro,
siquiera como paisaje; por eso, le canto al viento, sin importarme
que se escuche mi llanto; pero, ¡es que me hace tanto
daño, cuando tengo tu cuerpo y no siento la pasión
de tu alma!.
Infecundas el canto y yermas la belleza de la vida, el camino
infértil y las estériles caricias. La timidez
de tú voz, me privó de lo más hermoso:
la sensual voluptuosidad de las libidinosas palabras, como
un inolvidable baño de amor lascivo.
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Para qué la vida, el paisaje y el tiempo, si no enmarañamos
nuestras almas con nuestros cuerpos cuando se arden; así
como los vellos y nuestros cabellos, después de una
lujuriosa enlunada de amor. ¡Para qué una vida
límpida y un amor higiénico!.
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Para qué ensoñar una ilusión, cuando
es imposible contradecir la voluntad del destino y de la carne,
cuando se nos hace la boca agua y seríamos capaces
de comernos hasta los codos.
Tu sombra fué la atalaya de mis sueños, de mis
pasos; hasta que me hastié de azotar los senderos de
la vida y de endosarle a la tristeza, los macilentos vientos
mortecinos.
Me ahité de versos, de vivencias, de paisajes. Me indigesté
con pieles marchitas y amores desflorados…y no pude
olvidarte…y no pude olvidarte…y no pude olvidarte,
con otros besos, con otros cuerpos, en otros horizontes; Tú
fantasma siempre me acosó…hasta que apareciste
aquel día como la aparición de un espectro;
le cerraste las posibilidades de escape a mi alma, hacia cualquier
querencia; me sentí dominado, rendido y esclavizado
de nuevo a los recuerdos de nuestro pasado. Quizás
mis mudas plegarias, hicieron sonoro su silencio; y espantaron
lo fatídico, de la pavesa de mi insignificante sino.
¡Oh, Amor mío! Amor mío. Dulce dolor que
me domina. Vamos a ver el mar, o un atardecer en el llano.
No importa si en tú corazón, solo hay cenizas.
Dejemos que el aroma de los versos, hable por nuestros silencios.
¡No más noches negras! ¡No más venas
rotas, ni heridas en el corazón! ¡No más
amaneceres, bebiendo con los demonios! ¡Silencio! Cierra
los ojos…escucha al amor descalzo...siente sus pisadas,
su mirada, su aliento…Es tenue la luz ¡pero hay
esperanza!, como el Sol, cuando brota imponente del mar como
un astro de centellas rojas. El amor siempre será un
milagroso ensueño, cuando emerge de la soledad como
un ánima florecida y nos besa el alma con ternura.
No perdamos tiempo, rememorando el fuego; sería necio
llorar por lo que pudo ser. El destino es un verso en el poemario
de la vida. Sintamos el aroma de los azahares y las rosas;
al silencio de nuestros labios, borrando nuestras culpas.
Fulge tú alma como una estrella, cuando titila de soledad.
Palpita mi melancolía, tristeza con la canción
de tú vida. Contemplemos como el mar seduce con sus
encantos y embelesa, cuando se le desnuda a la luna, sin mediar
palabras ni miradas maliciosas; con la sola música
de los arpegios de las olas y del viento: ¡Se aman!;
como dos adolescentes descubriendo al amor, después
de una alunada de sentimientos.
Amémonos amor mío, ensoñando solo el
amor; bajo la sombra del palmar y la vida, con la virginal
magia del fuego, de los amores tardíos. Canciones tristes.
Absurdas historias. Amores en contravía, intentando
enmendar sus destinos…Amores que se van alejando en
el ocaso, con sus almas de piedra heridas; o como las ilusiones
cuando se embarcan sin tiquete de regreso, en absurdas y caprichosas
aventuras que nos dejarán marcados para siempre.
Mi respiración pulsa versos tristes en la guitarra,
como si bailara en el pasado contigo: boleros, tangos y jazz.
Las cenizas son la esperanza de nuestro sentimiento. La felicidad
se eriza, cuando escucha tú nombre. Solo nuestro amor
conoció la sevicia y el engaño de la derrota,
¡pero nunca dejó de luchar contra el olvido!.
¡Solo tus recuerdos –que son lo único que
me queda- me sostienen aferrado a la vida!.
Te amo, mi añorada primavera. Caminemos, antes que
todo se borre en el olvido. |
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