 |
Es más incluso tenían entrelazadas sus manos
y en ese gesto se traslucía tal ternura, que un tremendo
escalofrío recorrió su espalda.
¡Dios! ¿dónde se había perdido
ese amor que ni el paso de los años había logrado
borrar de esa vieja foto?
Por unos momentos volvió a ser aquella joven enamorada
que miraba con ese supremo deleite. Recordó las risas,
los besos, las promesas de amor eterno e incluso la firme
creencia en la inmortalidad de ese sentimiento que entonces
los unía. ¿Dónde se había quedado
todo eso? ¿en que momento del camino desapareció
esa luz brillante que iluminaba esos jóvenes rostros?
|
Un
nudo se hizo en su pecho y la invadió una infinita
tristeza. Volvieron a su mente inolvidables momentos, aquellos
primeros pasos hacia lo desconocido que cualquier relación
encierra, con esa aureola de tacto, delicadeza y armonía
que todo lo envuelve. Esas manos entrelazadas como si sostuvieran
a la más delicada criatura... y en cierto modo así
era. En aquel momento sostenían el amor con toda la
fuerza e intensidad que esa palabra encierra. Es evidente
que después no supieron cuidarlo.
¿Qué pasó? Posiblemente la llegada de
los hijos, las nuevas obligaciones, las responsabilidades...
excusas, todas ellas pertenecientes al pasado. Un pasado que
era el futuro de esa fotografía. Nunca lo hubieran
creído si entonces se lo hubiesen dicho. No había
amor más intenso que el suyo, ni sueños más
auténticos.
De nada servía buscar culpables, cada uno tendría
su versión sobre el tema, pero la realidad era que
de aquello no quedaba nada, o casi nada que aunque no es lo
mismo, es casi igual.
Tampoco podía decir que no se quisieran, eso sería
falso. Pero también quería a su gato del que
sin duda alguna recibía más caricias y más
ternura. Quizás hasta más conversación,
al menos cuando hablaba con el minino sentía que la
escuchaba con el mayor interés, cosa que con su marido
estaba muy lejos de ocurrir. Siempre que se dirigía
a él, le contestaba entre condescendiente o harto,
según el estado de ánimo con el que llegara
a casa.
¿Eran una mera costumbre? Desgraciadamente empezaba
a sospechar que sí. Ni siquiera cuando salían
con los amigos llegaban a tener ni el más ligero cruce
de palabras. Él se rodeaba de los maridos de las mujeres
con las que ella se entretenía. Como mucho al volver
a casa comentaban lo que habían dicho unos u otros,
pero poco más.
Hacía tiempo que ni siquiera hacían el amor.
Lo fueron espaciando poco a poco, pero en esta ocasión
casi ni recordaba cuando fue la última vez. Para ser
franca tampoco lo deseaba, como casi todo entre ellos se había
convertido en algo rutinario e incluso aburrido. Evidentemente
para los dos. ¿Tendría una amante? Antes era
muy fogoso y no dejaba pasar más de dos o tres noches...
Quizás sencillamente no tenía ni ganas, ni fuerzas...
como ella.
Había olvidado el objeto de su búsqueda, pero
al ir a dejar la fotografía vio que la diminuta llave
que la había llevada a ella estaba allí. La
cogió y volvió a dejar la foto en el sitio de
donde nunca debió salir, solo le había dejado
tristeza y desolación.
Cerró la puerta tras de si y bajó al buzón.
Contra todo pronóstico había una carta dentro.
Sorprendida la cogió. Estaba dirigida a ella. Miró
el remite pero no había en él nada escrito.
La abrió entre presurosa y nerviosa mientras volvía
a casa y tras cerrar la puerta desdobló el papel que
contenía dentro. Una hoja cayó al suelo, se
agachó a recogerla y entre sorprendida e incrédula
comprobó que era una fotocopia de la foto que acababa
de ver. Se dispuso a leer el contenido de la misiva. Era la
letra de su marido, no cabía duda. El corazón
le latía tanto que sentía que iba a escaparse
de su cuerpo.
“Querida mía. Si has recogido esta carta es que
has encontrado la llave... y la foto. Buscando mis gemelos
la abrí el otro día y me causó el mismo
impacto que supongo habrá hecho en ti, por eso metí
dentro la llave del buzón, para que entendieras lo
que he decidido hacer. Quizás el encabezamiento de
esta carta te haya sorprendido tanto como todo lo demás
¿cuánto tiempo hacía que no te llamaba
querida mía? ¿qué nos ha pasado desde
que nos hicieron esa foto? Llevo varios días pensando
en esto pero creo que por muy doloroso que nos resulte será
lo mejor para los dos.
Me voy. Cuando sepa donde me instalaré definitivamente,
te lo haré saber. Ya arreglaremos las cosas, pero de
momento necesito salvar el sentimiento que un día nos
unió.
Me voy para que podamos volver a ser amigos, para que podamos
volver a hablarnos como si no nos debiéramos nada el
uno al otro. Sabes que escribir nunca ha sido lo mío
pero espero que entiendas lo que trato de decirte. Me voy
en nombre del amor que esos dos jóvenes de la fotografía
se profesaron un día. Y espero y deseo que algún
día podamos volver a mirarnos a los ojos, aunque no
con la misma intensidad que en foto pero al menos franca y
abiertamente. Hasta siempre.
|