Dejaré la manía de juntar palabras cuando
llegue el día
ese día en que se quede el mar sin su sabor a sal
y las banquitas de los parques mantengan intacta su pintura
cuando de las vitrinas desaparezcan los maniquíes
perfectos
y los comerciantes saquen abiertas las manos del bolsillo.
Dejaré la manía de buscar poemas cuando llegue
el día
ese cuando a los políticos, religiosos y poderosos
les corra sudor en los hechos y sangre en las ideas
cuando las astromelias y las rosas absorban sus espinas
y las colonias de medusas ya no se alimenten de algas.
Dejaré la manía de escribir y escribirte
cuando llegue el día
ese día en que sea suficiente estar contigo
cuando la hora sea larga y la silla dura para pensarte
cuando esté lista para soltar tus manos
y vedar tu boca a las ansías mías.
Entonces, solo entonces
le dejaré mi felicidad a la cordura.